David Lloyd
En su última encarnación David Lloyd vivió como un joven muchacho en la India, donde su padre representaba al gobierno británico. Este falleció cuando David tenía veinte años de edad, dejando cien mil libras como herencia para la familia a través de un amigo a quien habían patrocinado en minas de diamantes en Sudáfrica. Un maestro no ascendido se aseguró de que a David Lloyd no le faltara nada y de que él y su madre fueran transportados sin peligro a Inglaterra. El mismo maestro dijo a David Lloyd que un día encontraría a un hombre en una montaña de Norteamérica que le daría una copa de cristal llena del elixir de la vida y que le ayudaría a elevar su cuerpo.
El encuentro con Godfre
Después de cincuenta años de una búsqueda continua, entre grandes tribulaciones, conoció a Godfré Ray King en el monte Shasta. Cuando Godfré le ofreció una bebida de un manantial cercano, en la mano de Godfré se formó una copa de cristal. Al dar la copa a David, Godfré vio que estaba llena del mismo líquido burbujeante que Saint Germain le había ofrecido antes a él. Entonces David Lloyd le contó a Godfré la historia de su vida y este hizo el llamado a la Presencia YO SOY y a Saint Germain para que ayudaran a David Lloyd por medio de él. De nuevo la copa de cristal se formó en su mano, y estaba llena de luz viva líquida. Al beber David Lloyd el elixir, le volvió la juventud y se elevó del suelo hacia su ascensión en la luz.
Del mismo modo que Godfré era la clave para la libertad inmortal de David Lloyd y el único a través de quien podía llegar esa bendición, aquella experiencia supuso una iniciación para Godfré que sólo podía llegar por medio de David Lloyd. Por ella se elevó en su servicio, convirtiéndose en mensajero de la jerarquía. De igual forma, todos somos claves unos de otros para nuestras victorias y debemos estar alerta para afirmar esa victoria mutuamente. Porque al hacerlo, subimos por la escala de iniciación.
La ascensión física
David Lloyd está entre los maestros que han ascendido físicamente. En el ritual de la ascensión, el alma se une al cuerpo de fuego blanco de la Presencia YO SOY. Normalmente esto no exige la elevación del cuerpo físico; más bien, la propia alma puede remontar el vuelo desde la espiral mortal y ser trasladada mediante el proceso de la ascensión. Hoy día la mayoría de la gente cuya alma está cualificada para el ritual de la ascensión, asciende desde los niveles internos después de que el alma ha abandonado el cuerpo físico tras el cambio llamado muerte. El alma logra la unión con la poderosa Presencia YO SOY para convertirse en un átomo permanente en el cuerpo de Dios, igual que en la ascensión física.
El maestro ascendido Rex nos ha dicho que los que están llamados a realizar la ascensión física deben haber tenido muchos miles de años de preparación. Para poder ascender, el candidato ha de haber saldado al menos el 51 por ciento de su karma. Para poder ascender físicamente, debe haber saldado entre el 95 y el 100 por cien de su karma.
Cuando tiene lugar una ascensión física, el cuerpo físico es transformado por el cuerpo de luz de maestro ascendido, que lo suplanta. Durante el ritual de la ascensión, el alma queda permanentemente vestida con este cuerpo, también llamado el «vestido de bodas» o el cuerpo solar inmortal.
Serapis Bey describe el proceso de la ascensión en su libro Dossier on the Ascension (Actas de la ascensión).
La llama de arriba (en el corazón de la Presencia) magnetiza la llama de abajo (la llama trina en el corazón) y el vestido de bodas desciende alrededor del cordón cristalino para envolver a la corriente de vida de la persona en esas corrientes tangibles y de esencia vital de la ascensión. Entonces tienen lugar enormes cambios en la forma de abajo, y los cuatro cuerpos inferiores del hombre son limpiados de todas las impurezas. La forma física se vuelve más y más ligera, y con la ligereza del helio el cuerpo comienza a elevarse en la atmósfera, habiéndose soltado el tirón gravitacional y estando la forma envuelta por la luz de la gloria exteriorizada que el hombre conoció con el Padre «en el principio»… La persona asciende, pues, no en un cuerpo terrenal, sino en un cuerpo espiritual glorificado en el cual es transformada la forma física en el instante de inmersión total en la gran llama Divina[1].
La experiencia de la ascensión
El maestro ascendido David Lloyd nos ha dicho que podemos llamarlo para que nos cargue con su sentimiento y su impulso acumulado de deseo de la ascensión, que se fue acumulando durante esos cincuenta años de búsqueda. Habla con compasión de aquellos que aún no han logrado la ascensión y describe su experiencia de la ascensión así:
Amados, ánimo. Os doy y os prometo mi sagrada palabra esta noche de que el amor de Dios ha programado para todos vosotros una oportunidad parecida, una superación victoriosa de las vicisitudes de la vida y la oscuridad del mundo…
No os preocupéis en demasía, amados corazones de luz, simplemente porque no hayáis logrado la consecución en anteriores momentos de lucha y búsqueda. No os desaniméis. No os espantéis ni os consideréis desterrados de las puertas del cielo, pues el cielo llama y se acerca mucho.
Muchas veces, al viajar por el reino de las experiencias de la vida de la Tierra, yo también vi que la lucha parecía superarme y el desánimo apuntado directamente a disuadirme de la búsqueda hacía que me detuviera momentáneamente. Los sabios no lo hacen; sin embargo, no pienso en mí en aquel anterior estado como alguien que actuase siempre sabiamente, pero sí persistentemente. Porque tenía persistencia para echar abajo las mismísimas puertas de la ciudadela del cielo, y continué buscando el sendero espiritual, aun cuando algunos a mi alrededor quisieron desanimarme. Aún ocurrieron muchas circunstancias en mi vida de las que no hay constancia, que me impidieron disfrutar todo el tiempo de la plenitud de la búsqueda divina.
Sin embargo, el ojo de Dios llamaba. La percepción de Dios continuó llamándome. Y supe que era una cuestión de destino divino e infinito el que un día recibiera el regalo de la ascensión. Sin embargo, cuando llegó el momento, no lo supe, y apenas lo supe mientras ocurría. Pero fue tan maravilloso, cuando empecé a sentir esa alegría optimista, esa caricia del Infinito sobre mi ser finito, que lo disolvió por completo. Y en su lugar, casi como el mar, arrojó la hermosa, compasiva experiencia de moldearme según la forma cósmica en la infinitud del pensamiento de Dios.
El cuerpo perfecto apareció. La mente perfecta apareció. El alma perfecta gobernaba el mundo de mi ser. Una oleada de fortaleza infinita surgió y me elevé en el aire, hacia los brazos de una disolución parecida a lo que le había ocurrido antes al amado Jesús. Pues una nube, también de amor infinito, cósmico, me recibió, ocultándome a la vista de los hombres. Y en el lazo de la compasión cósmica expandí mi conocimiento hacia el Infinito como cadencias de hermosura, alejándome hacia un lejano y remoto futuro, que apareció ante mí entonces como una montaña de esperanza. Y entré en el gozo de Dios. Y el gozo de Dios llenó mi alma, y la oscuridad se desvaneció por completo.
Y en el misterio del ser, entendí que otros como yo también vendrían después a raíz de mi experiencia y llegarían a comprender al fin que la lámpara infinita de Dios siempre estuvo encendida, esperando el regreso al hogar del niño pródigo y la elevación de cada persona que pasara por este magnífico regalo de logro con los vestidos de la inmortalidad[2].
Notas
Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 1, “David Lloyd”.
- ↑ Serapis Bey, Actas de la ascensión, págs. 158, 176.
- ↑ David Lloyd, “From Glory unto Glory, even as by the Spirit of God (De gloria en Gloria, como por el Espíritu de Dios)”, 30 de diciembre de 1971.