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Like modern scientists, Jewish mystics of the thirteenth century said that in the beginning there was nothing—nothing, that is, except the “divine nothingness,” the hidden, transcendent God. The God of Genesis who “created the heaven and the earth” was not even manifest. The term the mystics used to describe God before creation was ''[[Ein Sof]]''. ''Ein Sof'' means “without end,” or “the Infinite.” ''Ein Sof'' is the First Cause. It is ultimate reality—unmanifest, incomprehensible and indescribable. | Like modern scientists, Jewish mystics of the thirteenth century said that in the beginning there was nothing—nothing, that is, except the “divine nothingness,” the hidden, transcendent God. The God of Genesis who “created the heaven and the earth” was not even manifest. The term the mystics used to describe God before creation was ''[[Ein Sof]]''. ''Ein Sof'' means “without end,” or “the Infinite.” ''Ein Sof'' is the First Cause. It is ultimate reality—unmanifest, incomprehensible and indescribable. |
Revision as of 00:43, 12 October 2021
La vida individual es la puerta al Infinito. Así, la amonestación estaba escrita en las paredes del antiguo templo: "¡Hombre, conócete a ti mismo!", Es decir, "¡Hombre, conócete a ti mismo como Dios!" Conocer el Ser Real es conocer a Dios, Dios, no como el tirano que tantos temen, que algunos han abandonado y otros han proclamado como muerto, sino a Dios como la G geometría of Divinity (DIOS), la Geometría de tu Divinidad. Dios es “el gran macrocosmos de la conciencia omnipresente”. [1]
El Espíritu y la Materia no son más que el yang y el yin de aquel que es la Fuente de todo y aún está más allá de nuestro todo. No podemos decir, entonces, que Dios está confinado al Espíritu y que su exteriorización está confinada a la Materia, sino solo que Espíritu y Materia son la expresión dual de Dios, encontrándose ambos en los aspectos forma y informe de la creación.
Debido a que no es posible conocer a Dios directamente ni definir su Ser, hablamos de él con alegorías y metáforas para que nuestra mente finita puede obtener un sentido de la medida del infinito.
La naturaleza trascendente de Dios
Dios es un ser trascendente, y con cada nueva exhalación evoluciona a un estado mayor de perfección y belleza cósmica. La trascendencia, entonces, es la Ley de la Vida. Es la progresión del cosmos, de soles, estrellas y galaxias, que abarca cada vez mayores medidas de Divinidad a medida que el ser fluye con los patrones de las espirales descendentes y ascendentes, la exhalación y la inhalación de la conciencia de Dios.
La oportunidad que tiene el hombre de trascender su nivel actual de logros se origina en la naturaleza trascendente de su Creador. Incluso la Mónada Suprema, el Todopoderoso, se trasciende continuamente a sí mismo de acuerdo con la Ley de los Ciclos; y si no fuera así, la trascendencia no existiría como oportunidad para la creación.
Dios mismo es el círculo que no tiene principio ni fin de ciclos porque su Ser toma el universo de ciclos y todo lo que los precede y los sigue en las dimensiones formadas y no formadas del Espíritu. Dios mismo involuciona: atrayendo sus energías dentro del centro de la manifestación Macrocósmica, como “un fuego que se plega a sí mismo”, todo el potencial de su Ser se concentra dentro del núcleo de fuego blanco del Gran Sol Central.
Todos los ciclos que se van a representar a lo largo de los universos no nacidos están allí, comprimidos, espiral dentro de espiral, rueda dentro de rueda, energías atómicas implosionando la Luz, que explota en el momento del Gran Mandamiento para dar a luz a una estrella, un sol o un universo. Y así Dios evoluciona, y lo que una vez fue el punto dentro del centro del círculo se convierte en la circunferencia del Macrocosmos.
Las cuatro personalidades de Dios
Dios es amor universal, omnipresente, omnisciente y omnipotente. Se manifiesta con y sin forma o correlación con patrones finitos.
Aquellos que lo adoran como la "impersonalidad impersonal" lo describen como un poderoso Espíritu omnipresente, proscrito ni por forma ni por dimensión. Afirman que "Dios es Espíritu; y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad". [2]
Aquellos que lo adoran como la "Personalidad Personal" ven Su rostro sonriendo sobre ellos, reflejado en el estanque de su ser incluso cuando Adán “... escuchó la voz del Señor Dios caminando en el jardín al fresco del día ”. [3]
Aquellos que lo adoran como la "Personalidad Impersonal" reconocen a Dios como la niebla y el cristal. Lo ven primero como la esencia del Espíritu Universal y luego como el Espíritu que se fusiona con su individualización. Proclaman con Job: “Por lo que oyen los oídos he oído de ti; pero ahora mis ojos te ven”. [4]
Aquellos que lo ven como la "impersonalidad personal" esperan en el Señor con la suprema esperanza de que "aún en mi carne veré a Dios". Cite error: Closing </ref>
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tag en el Eje del Gran Sol Central. A través de la unión resultante de la esencia del Espíritu y la Materia, de Yang y Yin, en el plano de la Materia-Tierra, se forma un núcleo de frente blanco en miniatura en el corazón del Sol.
Este es el momento de la individualización de la llama divina. Este es el nacimiento de la esfera andrógina del ser de la que proceden las llamas gemelas que representan al Dios Padre-Madre. Cada una de estas llamas gemelas forma el núcleo de una Presencia YO SOY individualizada.
Así como Dios está individualizado para cada hombre en la Presencia YO SOY, así el cielo está individualizado para cada uno en su propio cuerpo causal. Cada cuerpo causal individual es una de las muchas mansiones del Padre, uno de sus "iones" manifiestos, o partículas cargadas electrónicamente de manifestación individualizada. Así como existe una Presencia YO SOY universal, a la que algunos llaman "Dios Todopoderoso", también existe un Cuerpo Causal universal, al que generalmente se hace referencia como "cielo". Este Cuerpo Causal universal se describe con mayor precisión como "el Gran Cuerpo Causal".
El Gran Cuerpo Causal es el mundo celestial macrocósmico, mientras que el cuerpo causal individual es el mundo celestial microcósmico. Ambos son depósitos del gran poder de Dios en los que todos los que son sinceros pueden aprovechar para traer el reino de Dios "como es arriba (en el cuerpo causal), es abajo (en el mundo de la forma)".
En Cabalá
Like modern scientists, Jewish mystics of the thirteenth century said that in the beginning there was nothing—nothing, that is, except the “divine nothingness,” the hidden, transcendent God. The God of Genesis who “created the heaven and the earth” was not even manifest. The term the mystics used to describe God before creation was Ein Sof. Ein Sof means “without end,” or “the Infinite.” Ein Sof is the First Cause. It is ultimate reality—unmanifest, incomprehensible and indescribable.
El karma de Dios
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra»[5]; y la cadena de acción-reacción-interacción dio comienzo. Dios, la Primera Causa, creó el primer karma. Por su voluntad de ser, Dios dio existencia tanto al Creador como a la creación, dando lugar al eterno movimiento de su energía: el karma. Gracias al deseo eterno que Dios tiene de ser Dios, el gran Yo único da permanencia a la ley del karma en los ciclos del cosmos. La creación de Dios es su karma. Los hijos y las hijas de Dios son el karma del Dios vivo, el Altísimo.
Del núcleo de fuego blanco de energía que Dios es (que es vida, que es Espíritu) surgió la Materia, el efecto supremo de la causa suprema. La Materia se convirtió en el parque de juegos de la Madre. El Dios Padre-Madre es tanto la fuerza como el campo de energía, repulsión y atracción, del Creador y la creación, positivo y negativo, más y menos. Espíritu y Materia: el Uno, la Totalidad, el Todo individualizado para la evolución de los hijos e hijas de Dios.
el Dios Único se polariza y se manifiesta como una dualidad con el fin de crear un marco para la expansión de su propia conciencia de Sí mismo. Dios, con su deseo de llegar a ser más Dios, creó el karma de la dualidad. Así, varón y hembra fueron creados, representando al Uno, como aspectos duales de la conciencia única: para que fructificaran, se multiplicaran y llenaran la tierra mediante la ley del karma. El hombre y la mujer son el microcosmos del karma de Dios suspendido en el Macrocosmos de Su karma. En el yo contienen todo el cosmos del karma de Dios en manifestación. Todo esto, el Creador y la creación de Dios, era y es el karma de Dios.
El karma de Dios es el karma de la perfección; la perfección es el flujo de la armonía del Espíritu a la Materia y de la Materia al Espíritu. El karma de Dios, al cumplir la ley de su energía en movimiento, puede entenderse como el movimiento de su voluntad en una sucesión interminable de fuerzas primarias que producen fuerzas secundarias y fuerzas terciarias y así sucesivamente e indefinidamente, desde el centro de su Ser hasta la circunferencia y desde la circunferencia al centro. El karma de Dios es la sincronización de tales fuerzas cósmicas que interactúan a través de campos de fuerza cósmicos, extendiéndose hasta los límites de su habitación en el Espíritu y en la Materia.
The mystery of God
Los misterios de la vida, con todos sus fantásticos milagros, no tienen el propósito de que los contenga la mente del hombre, ascendido o no ascendido. Solo Dios es totalmente consciente de sí mismo. A menudo los Maestros nos han dicho que incluso ellos no saben quién es Dios en realidad, sino solo el «YO SOY EL QUE YO SOY», esa parte de sí mismo que él ha considerado exteriorizar. No obstante, los Maestros no están limitados en ningún sentido de la palabra, porque con el conocimiento del YO SOY pueden continuar explorando y expandiéndose durante millones de eones y seguir sin llegar a comprender quién es Dios.
Véase también
Fuentes
El Morya, El discipulo y el sendero: Claves para la Maestría del Alma en la Era de Acuario, pág. 24.
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Path of the Higher Self, volume 1 of the Climb the Highest Mountain® series, p. 28.
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Path of Self-Transformation, pp. 5, 7, 12, 13.
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Masters and the Spiritual Path, pp. 219, 220.
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Path to Immortality, pp. 20, 32, 45, 57, 82–83, 125, 126, 186.
Elizabeth Clare Prophet, Kabbalah: Key to Your Inner Power, pp. 2, 22.
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Masters and the Spiritual Path, pp. 220, 241.