Serafín
También conocido como huestes seráficas. Orden de ángeles dedicada a concentrar la llama de la pureza y la conciencia de la pureza delante del trono de Dios, en los anillos electrónicos de fuego del Gran Sol Central, y a lo largo y ancho del cosmos en los planos del Espíritu y de la Materia. Justinio es el Capitán de las bandas seráficas.
Justinio es el Capitán de las Bandas Seráficas. Sirven bajo su mando en el altar de Dios en el Gran Sol Central, en la llama de la ascensión y en el Templo de la Ascensión en Luxor. Serapis Bey, el Jerarca del Templo de la Ascensión y Chohán del cuarto rayo, perteneció originalmente a la orden de los serafines.
La visión de serafines de Isaías
Isaías vio "serafines" (hebreo, 'quemadores', 'los que se queman') de pie encima del trono del Señor, cada uno con seis alas:
Con dos cubrían su rostro [delante de la gloria del Señor], y con dos cubrían sus pies [en reverencia a la santidad del Señor], y con dos volaban [aceleraban su vibración a los planos del Gran Sol Central, desaceleraban hacia los planos de lo físico y de la forma].[1]
Los serafines son iniciadores de los siervos del Señor en la Tierra, purgando y purificando a los escogidos para devenir sus siervos ministrantes: sacerdotes, profetas, mensajeros, etc. El propio Isaías recibió las iniciaciones seráficas, que describe vívidamente:
Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.[2]
Atribuciones de los serafines
Serapis Bey describe el proceso de la ascensión en su libro Dossier on the Ascension (Actas de la ascensión).
Llegaron los serafines como rayos luminosos de fuego atravesando la atmósfera, y supe que poseen la virtud de la penetrabilidad cósmica. Como rayos cósmicos podían atravesar la forma carnal del hombre, sus pensamientos y sentimientos. Cuando la penetración tuvo lugar y los serafines atravesaron la conciencia humana, ¿cuál fue el residuo que quedó, qué clase de absorción tuvo lugar?
I saw clearly that absorption was accomplished and that residue was left behind—absorption by reason of instantaneous transmutation of all substance that came nigh unto their trajectory. I noted also that the residue left behind was of intense white-fire devotion, charged with a yearning for purity.
I perceived that this quality lingered within the consciousness of many; and yet, unless it was fed or accepted by them, its decay rate in their consciousness would be of relatively short term, for a disassociation of these ideas would cause the lingering sparks of the seraphim to pursue the parent body and leave their temporarily unwelcome home. Affinitizing with the consciousness of the seraphim is tantamount to retaining the benefits of the seraphic hosts.
I know of no power more valiantly capable of assisting anyone into his own ascension in the light than the transmutative efforts toward Cosmic Christ purity that are emitted by the seraphic hosts. In our retreat at Luxor, the meditations upon the seraphim are a very important part of our spiritual instruction.
Jesus himself spent a great deal of time in communion with the seraphic hosts. This developed in him the superior power whereby he could cast out demons and take dominion over the outer world of form.
The mantra of the seraphim that they chant without ceasing before the throne of the Lord is: “Holy, holy, holy is the Lord of hosts: the whole earth is full of his glory.”[3]
See also
Justinius, Captain of Seraphic Bands
For more information
Serapis Bey, Dossier on the Ascension, pp. 115–40.
Sources
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, Saint Germain On Alchemy: Formulas for Self-Transformation.