Maha Chohán
El Maha Chohán es el representante del Espíritu Santo. Quien ocupa este cargo en la jerarquía representa al Espíritu Santo del Dios Padre-Madre, de Alfa y Omega, para las evoluciones de este planeta y el reino elemental. El retiro del Maha Chohán, el Templo del Consuelo, está ubicado en el plano etérico y tiene un foco en el físico, en la isla de Sri Lanka (antiguamente conocida como Ceilán), donde la llama del Espíritu Santo y la del Consuelo están afianzadas.
Su llama gemela es Palas Atenea, Diosa de la Verdad.
El oficio de «Gran Señor»
Maha Chohán significa «Gran Señor» y el Maha Chohán es el Gran Señor de los siete chohanes, el director de los siete chohanes de los rayos. Entre las cualificaciones necesarias para este cargo en la jerarquía está el haber logrado ser un adepto en cada uno de los siete rayos, que se funden en la pura luz blanca del Espíritu Santo. Con los siete chohanes, él inicia a nuestra alma como preparación para recibir los nueve dones del Espíritu Santo, de los que se habla en 1 Corintios 12:4–11.
Las primeras tres razas raíz, cada una de las cuales cumplió su plan divino en el ciclo establecido de 14.000 años, tenían sus propios representantes del Espíritu Santo que se graduaron para pasar al servicio cósmico con sus razas raíz respectivas.
Embodiments
Homero
Quien actualmente ocupa el cargo de Maha Chohán estuvo encarnado como el poeta ciego Homero, cuyos poemas épicos, La Ilíada y La Odisea, incluyen a su llama gemela, Palas Atenea, como figura central. La Ilíada cuenta la historia del último año de la guerra de Troya, mientras que La Odisea se concentra en el regreso de Odiseo, uno de los héroes de la guerra de Troya, a su hogar.
Históricamente, poco se conoce sobre Homero, pero la mayoría de los eruditos creen que compuso sus poemas en el siglo VIII o IX a.C. Incluso en esa época, Homero sintonizó su conciencia con la llama del consuelo, y la radiación que él sostuvo con el foco de la llama de su corazón fue una gran bendición para la vida elemental.
Pastor de la India
En su última encarnación como un pastor de la India, la luz que silenciosamente produjo guardó la llama por millones de corrientes de vida. Consiguió su maestría consagrando sus cuatro cuerpos inferiores como cálices de la llama del Espíritu Santo y su conciencia como un transformador para la reducción de las emanaciones de Sanat Kumara, el Anciano de Días.
The Maha Chohan has said of that embodiment:
I have been a shepherd in many lifetimes, caring for the sheep on the hillsides while praying to God to deliver me that I might bring deliverance to his own whom he entrusted to my care. And in the midst of my implorings to the Godhead, I was often taken up out of the body into the heaven-world and escorted by angels to academies of the Spirit where, under the tutelage of the one who held the office of Maha Chohan before me, I qualified myself to wear the mantle of the Holy Spirit.[1]
El Espiritu Santo
Puesto que el Espíritu de Dios impregna la naturaleza y al hombre como la esencia que da vida del fuego sagrado, el representante del Espíritu Santo debe estar cualificado para penetrar en todas las sustancias mediante la difusión de su conciencia y también para inducir la llama que sostiene la vida en el hombre y en la naturaleza mediante la concentración de su conciencia.
El elemento que se corresponde con la llama del Espíritu Santo es el oxígeno. Sin ese elemento, ni el hombre ni la vida elemental podrían continuar su servicio. La conciencia del Maha Chohán, por tanto, es comparable al Imán del Gran Sol Central. Él concentra sobre el planeta el imán que atrae hacia la Tierra las emanaciones del sol que se necesitan para mantener la vida.
Le ayudan en este servicio legiones de ángeles de fuego blanco que prestan servicio para la pura luz blanca del Espíritu Santo de Alfa y Omega afianzada en el magnífico altar del fuego sagrado en este retiro etérico, sobre la isla de Sri Lanka. Estos ángeles atraen la esencia del fuego sagrado de esa llama para sostener la fuerza pránica en los cuatro cuerpos inferiores del planeta.
También prestan servicio al Santo Consolador ángeles de llama rosa que cuidan del foco de la llama del consuelo en el altar central de este retiro. En una sala de la llama adjunta hay afianzada, en un cáliz de cristal bordeado de palomas cristalinas, una llama blanca, teñida de rosa, con oro en la base, que emite una poderosa radiación de amor divino. Estos ángeles llevan las emanaciones de estas llamas a los cuatro rincones de la Tierra, hasta los corazones de todos los que anhelan consuelo y pureza del Dios Padre-Madre.
Las llamas gemelas del Espíritu Santo se manifestaron como lenguas hendidas de fuego el día de Pentecostés, cuando los discípulos se llenaron del Espíritu Santo.[2] Cuando Jesús fue bautizado, «vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él».[3] La paloma es el símbolo físico de la acción de las llamas gemelas del Espíritu Santo, que también se puede visualizar como una V con alas, un foco de las polaridades masculina y femenina de la Deidad y un recordatorio de que Dios creó las llamas gemelas para que representaran su naturaleza andrógina.
In the presence of the Maha Chohan and within the walls of his retreat, one feels the rhythm of the Holy Spirit, the pulsations of the sacred-fire breath of God, releasing the flow of life from the Central Sun into the hearts of all evolving upon this planet.
The Maha Chohan has referred to the Holy Spirit as the great unifying coordinator who,
... like unto a mighty weaver of old, weaves a seamless garment of ascended master light and love. The shuttle of God’s attention upon man drives forth radiant beams of descending light, scintillating fragments of purity and happiness, toward earth and into the hearts of his children, whilst the tender risings of men’s hopes, aspirations, invocations and calls for assistance do pursue the Deity in his mighty haven of cosmic purity....
As a tiny seed of light, the Holy Spirit enters into the heart of the earth, into the density of matter, that it might expand throughout the cells of form and being, of thought and perception to become a gnosis and an effulgence in the cup of consciousness. This Holy Grail of immortal substance may be unrecognized by many who pass by, but to many others it will be perceived gleaming from behind the veil. Shedding the light of that divine knowing that transcends mortal conception and is the renewing freshness of eternity’s morn, it vitalizes each moment with the God-happiness that man cognizes through infinite perceptions cast as fragments into the chalice of his own consciousness.[4]
In 1974 the beloved Maha Chohan said:
The Karmic Board has decreed that at this hour in the evolution of this lifewave and this planetary home, there has come that moment when the cosmic clock has struck. It is the hour when mankind must receive the Holy Spirit and prepare the body temple to be the dwelling place of the Most High God. In this hour of the appearing of that Spirit, it is necessary that certain numbers of mankind are purified to receive that Spirit. For unless they receive that flame and that awareness, the world as a place of evolution as you know it today will cease to exist. For you see, the balance of all phases of life and evolution cannot continue unless the Holy Spirit becomes the quickening energy and the life and light of man and woman. When the clock strikes midnight and 1974 gives way to 1975, in that moment will be the release of the spiral of the Holy Spirit to the entire planet.[5]
Then the Maha Chohan told us that the release of the final quarter of the century was “a cosmic spiral that will be for the full realization of the Holy Spirit in man, in woman, in nature, in holy child. And the probation will be a twenty-five-year period to see whether enough among mankind will be able to maintain a tabernacle for the Holy Spirit through sacrifice, surrender and self-purification.”[6]
The Maha Chohan ministers to every person on earth as we enter this world and as we exit it. At the moment of that birth, he is present to breathe the breath of life into the body and to ignite the threefold flame that is lowered into manifestation in the secret chamber of the heart.
The Maha Chohan also attends at the transition called death, when he comes to withdraw the flame of life and to withdraw the holy breath. The flame, or divine spark, returns to the Holy Christ Self, and the soul, clothed in the etheric body, also returns to the level of the Holy Christ Self. Similarly, he will minister to you at every crossroad in life, if you will but pause for a moment when making decisions, think of the Holy Spirit and simply say the mantra, “Come, Holy Spirit, enlighten me.”
The radiation of the Maha Chohan is drawn through the musical composition “Homing,” by Arthur Salmon.
See also
Sources
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Masters and Their Retreats, s.v. “The Maha Chohan.”
- ↑ The Maha Chohan, “I Plead before the Court of the Sacred Fire for the Illumination of All Servants of God,” Pearls of Wisdom, vol. 38, no. 33, July 30, 1995.
- ↑ Hechos 2:3.
- ↑ Mateo 3:16.
- ↑ The Maha Chohan, “The Descent of the Holy Spirit,” Pearls of Wisdom, vol. 7, no. 48, November 27, 1964.
- ↑ The Maha Chohan, “A Tabernacle of Witness for the Holy Spirit in the Final Quarter of the Century,” July 1, 1974.
- ↑ Ibid.