Sagrada Comunión

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La Última Cena, Leonardo da Vinci

El sacramento de la Sagrada Comunión fue instituido por Jesús en la Última Cena, en la que Cristo y sus apóstoles estaban celebrando la fiesta de los panes sin levadura o Pascua. [1]

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Mosaico que representa a Melquisedec sirviendo pan y vino a Abraham.

Orígenes

La bendición del pan y el vino es una antigua tradición judía que conmemora el Sabbath y otros días sagrados. Es un ritual que se remonta incluso a Melquisedec, quien "sacó pan y vino" cuando bendijo a Abraham. [2] Los viernes por la noche, al comienzo del sábado judío, se pronuncia una bendición ceremonial primero sobre el vino y luego sobre dos hogazas de pan, que simbolizan la doble porción de maná que cayó en el desierto en el sexto día.[3]

Jesús, en la Última Cena...

... tomó el pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria mía”. De la misma manera, tomó la copa, después de haber cenado, y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto de mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis en memoria mía”[4]

Como se registra en Juan 6, Jesús también había advertido anteriormente:

En verdad os digo: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy ese pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo, para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo: si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo... Si no coméis la carne del hijo del hombre y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna...

Significado espiritual

En su sentido literal, esta es una declaración muy perturbadora. Pero, en lo espiritual, entendemos el punto del verdadero maestro o Gurú, quien encarna el Espíritu-Materia, Alfa-Omega, él es el equilibrio de las fuerzas cósmicas. En la última comida con sus discípulos, o chelas, Jesús está instituyendo una ceremonia de comunión que utilizará durante los próximos dos mil años para transferir su cuerpo y su sangre a aquellos que estén dispuestos a participar de su ser.

La sangre de Jesús es su esencia espiritual o polaridad alfa, su cuerpo es su esencia de Materia o polaridad Omega; esto es el equilibrio perfecto de esa conciencia cósmica de las energías masculino-femenino del universo dentro de su templo; es un fuego sagrado, una energía demasiado poderosa para que la absorbamos de una vez, porque nuestros templos están desequilibrados. Ese desequilibrio en la energía masculino-femenina dentro de nosotros es el resultado del karma; por lo tanto, si de repente recibiéramos el impacto total de esa conciencia Crística, no podríamos contenerla.

Así que el gran maestro, el gran Salvador de nuestro propio camino, nos transfiere porción por porción o, como se dice, bendición por bendición, o iniciación por iniciación, el impulso de su logro, su luz. Vino a la Tierra para que nos convirtiéramos en él mismo.

Comunión con los maestros ascendidos

Nuestra participación en la Sagrada Comunión (en cualquier iglesia cristiana) es nuestra aceptación del don de la filiación de Dios y nuestro compromiso de no salir de la casa del Padre y del Hijo. Cada vez que celebramos el Cuerpo del Señor y su Sangre, debemos salir del altar dando testimonio de su Espíritu con nuestras palabras y obras. Cada vez que aceptamos el pan y el vino creyendo que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo absorbemos, por transubstanciación, la llama de nuestra Cristeidad poco a poco, pieza a pieza, gota a gota .

La “carne y sangre” del Cristo Universal es la esencia de Su Espíritu y Su Palabra celebrada por Guardianes de la Llama quienes “tienen el testimonio de Jesús”[5] en la Comunión del Señor a través de los dictados de Jesús y los Hijos Siervos en el cielo, el maestros ascendidos. Nuestra copa es el Mensajero, nuestro vino es la iniciación de la Luz derramada por el Espíritu Santo, nuestro Pan es la Palabra Viva. “YO SOY Alfa y Omega, principio y fin”[6] es el verdadero mantra místico de la Comunión cuando participa del Cuerpo (el Omega) y la Sangre (el Alfa) de su SEÑOR.

Véase también

Transubstanciación

Notas

Perlas de Sabiduría, vol. 28, núm. 28.

Elizabeth Clare Prophet, 27 de octubre de 1978.

Elizabeth Clare Prophet, The Astrology of the Four Horsemen (La astrología de los cuatro jinetes), capítulo 28.

  1. Mateo 26:17–20, 26–29; Marcos 14:12–17, 22–25; Lucas 22:7–20.
  2. Génesis 14: 18-20.
  3. Éxodo 16: 14–35.
  4. I Corintios 11:23–25.
  5. Rev. 19:10.
  6. Rev. 1: 8; 21: 6; 22:13.