Padre Pío
El Padre Pío fue el famoso monje italiano del siglo xx que durante cincuenta años llevó en sus manos, pies y costado las heridas del Cristo crucificado, llamadas estigmas.
Su vida
Este sacerdote amable y humilde nació el 25 de mayo de 1887, con el nombre de Francesco Forgione, en una de las zonas más pobres y atrasadas del sur de Italia. A la edad de quince años entró a un monasterio de franciscanos capuchinos, y fue ordenado al sacerdocio en 1910.
Prestó servicio en el cuerpo médico durante la Primera Guerra Mundial, pero era demasiado enfermizo para poder continuar. En 1918 fue transferido al pequeño convento del siglo XVI de Nuestra Señora de Gracia, a unas a doscientas millas al este de Roma. Desde entonces jamás abandonó esa aislada zona montañosa. Sin embargo, antes de fallecer, en 1968, recibía cinco mil cartas al mes y miles de visitantes. Se había hecho popular por su piedad y sus milagros.
El Padre Pío está considerado como el primer sacerdote católico en llevar las heridas de Cristo. (San Francisco fue la primera persona en recibir los estigmas). También tenía los dones de la clarividencia, la conversión, el discernimiento de espíritus, las visiones, la bilocación, la curación y la profecía. Se dice que una vez, cuando un sacerdote polaco recién ordenado fue a verlo, el Padre Pío comentó: «Algún día serás papa». Tal como lo profetizó, ese sacerdote se convirtió en el papa Juan Pablo II.
El Padre Pío con frecuencia hablaba en visiones con Jesús, María y su ángel de la guarda. En otras ocasiones pasaba la noche luchando intensamente con el Demonio. Por la mañana encontraban al Padre con sangre y heridas así como otras señales físicas de la lucha. Muchas veces se encontraba exhausto, algunas inconsciente, y una vez sufrió huesos rotos en su cuerpo. En una ocasión las barras de hierro de la ventana estaban torcidas. Otros monjes oían a menudo el ruido de estos encuentros, aunque sólo el Padre Pío veía a los demonios.
Además de esos ataques invisibles, el Padre Pío también sufrió persecución desde el interior de la jerarquía de su amada Iglesia. Durante diez años no le fue permitido dar misa públicamente ni escuchar confesiones.
Su servicio como confesor
Una de las cosas por las que el Padre Pío era más conocido era su capacidad como confesor. Kenneth Woodward escribe: «La mayor parte de las energías del Padre Pío estaban dedicadas a la oración intensa, la celebración de la misa y, sobre todo, a escuchar confesiones». Gente de todo el mundo acudía en masa a su puerta para que escuchara sus confesiones. Woodward dice:
Al Padre Pío se le reconoce el don de «leer los corazones»; es decir, la capacidad de ver lo que hay en el alma de los demás y conocer sus pecados sin oír una sola palabra del penitente. A medida que creció su reputación, también lo hicieron las filas hacia su confesionario, hasta el punto de que por algún tiempo sus compañeros capuchinos expedían boletos por el privilegio de confesarse con el Padre Pío. Algunas veces, cuando un pecador no podía acudir a él, el Padre Pío acudía al pecador, se cuenta, aunque no de la manera normal.
Sin salir de su habitación, el fraile aparecía hasta en Roma para escuchar una confesión o consolar a los enfermos. Es decir, estaba dotado del poder de «bilocación», o la capacidad de estar presente en dos sitios al mismo tiempo[1].
Algunas veces el Padre Pío trataba a los que acudían a confesarse con severidad. Uno de sus devotos escribió:
Si algunas veces es severo es porque muchas personas se acercan al confesionario con ligereza, sin dar al sacramento la verdadera importancia que tiene[2].
Mucha gente que fue a escuchar al Padre Pío celebrar misa quedó transformada. El mismo devoto escribe:
Cuando la hora de la misa se acerca, todas los rostros se vuelven hacia la sacristía por la que el Padre ha de salir, pareciendo caminar con dolor sobre sus pies perforados. Sentimos que la gracia misma se nos acerca, forzándonos a doblar las rodillas. El Padre Pío no es un sacerdote corriente, sino una criatura con dolor que renueva la Pasión de Cristo con la devoción y la radiación de quien está inspirado por Dios.
Tras llegar al altar y hacer la Señal de la Cruz, el rostro del Padre queda transfigurado, y parece como una criatura que se ha unido a su Creador. Las lágrimas caen por sus mejillas y de su boca salen palabras de oración, de súplica por el perdón, de amor hacia su Señor de quien parece convertirse en una perfecta réplica. Nadie de entre los presentes nota el paso del tiempo. Le lleva aproximadamente una hora y meda el decir la misa, pero la atención de todos está fijada en cada gesto, movimiento y expresión del celebrante.
Al sonido de la palabra «Credo», pronunciada con una convicción tan enorme, se produce una gran ola de emoción entre la muchedumbre. Y el más recalcitrante de los pecadores es llevado como por una corriente, que lo lleva al confesionario y a la renuncia a su vieja forma de vida[3].
Trabajador de milagros
El escritor Stuart Holroyd cuenta algunas de las muchas historias sobre la milagrosa intercesión del Padre Pío. Él escribe:
Durante la Primera Guerra Mundial, un general italiano, tras una serie de derrotas, se encontraba a punto de suicidarse cuando un monje entró en su tienda, y dijo: «Una acción así es una estupidez», y se marchó en seguida. El general no conoció la existencia del Padre Pío hasta algún tiempo después, pero cuando visitó el monasterio, lo identificó como el monje que en un momento crucial había aparecido, salvándole la vida.
Durante la Segunda Guerra Mundial un piloto italiano saltó de un avión en llamas. El paracaídas no se abrió pero el piloto milagrosamente cayó al suelo sin herirse, y regresó a su base con una extraña historia que contar. Mientras caía hacia el suelo, un fraile lo había tomado en sus brazos y lo había bajado suavemente a tierra. Su Oficial de Mando dijo que evidentemente el piloto estaba conmocionado, y lo envió a casa durante un tiempo.
Cuando le contó a su madre la historia de cómo había escapado, ella dijo: «Ese era el Padre Pío. Le recé tanto por ti». Entonces le enseñó una imagen del Padre. «¡Es él!», dijo el joven piloto.
Después fue a agradecerle al Padre Pío su intervención. «No ha sido la única vez que te he salvado», dijo el Padre Pío. «En Monastir, cuando tu avión fue alcanzado, lo hice planear hacia tierra a salvo». El piloto se quedó asombrado porque el acontecimiento al que se refería el Padre había ocurrido algún tiempo atrás, y no había ninguna manera normal en la que pudiera saberlo[4].
Su servicio hoy
En 1975, unos siete años después de su muerte, la maestra ascendida Clara Louise nos dijo que el Padre Pío es un maestro ascendido. El Padre Pío es fundamental con su ayuda a la Iglesia que los maestros han fundado en la era de Acuario. También es conocido por su capacidad de dar respuesta a las oraciones por curación. El Padre Pío fue reconocido oficialmente como santo de la Iglesia Católica el 16 de junio de 2002.
Notas
Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet, Los Maestros y sus Retiros, Volumen 2, “Padre Pío”.
- ↑ Kenneth L. Woodward, Making Saints: How the Catholic Church Determines Who Becomes a Saint, Who Doesn’t, and Why (Haciendo santos: cómo determina la Iglesia Católica quién se convierte en santo, quién no lo hace y por qué) (New York: Simon & Schuster, 1996), págs. 156-57.
- ↑ Laura Chandler White, trad., Who is Padre Pio? (¿Quién es el Padre Pío?) (Rockford, Ill.: Tan Books, 1974), pág. 41.
- ↑ Ídem, págs. 39-40.
- ↑ Stuard Holroyd, Psychic Voyages (Viajes psíquicos) (London: Danbury Press, 1976), págs. 44–45.