La era dorada de las tres primeras razas raíz
Las primeras tres razas raíz eran corrientes de vida que vinieron como chispas espirituales del Gran Sol Central y cuyas almas descendieron a la forma con el propósito de obtener auto maestría en el tiempo y el espacio, donde estaban destinadas a manifestar en esferas más densas el concepto inmaculado de la Imagen Real puesta en su ser por los poderosísimos Logoi. Durante tres eras doradas, estas corrientes de vida vivieron llenas de pureza y inocencia—la incapacidad de hacer daño y la abnegación, la sinceridad y falta de deseo carnal, la carencia de conciencia sintética y su velo de energía.
La evolución de la Vida en la Tierra Madre (Lemuria) y sus colonias representó el ímpetu inicial del Espíritu a la Materia en este planeta. Aquí, donde las primeras razas raíz completaron los ciclos de su plan divino durante no una, sino varias eras doradas que alcanzaron su ápice antes de la Caída del Hombre, el Rayo Masculino (las espirales descendientes del Espíritu) fue realizado mediante el Rayo Femenino (las espirales ascendientes de la Materia) en el mundo de la forma.
The races and the rays
A medida que los miembros de la primera raza raíz completaron su plan individual y comenzaron a ascender, fueron asu�miendo puestos en la jerarquía para reforzar en el sistema creativo de arriba los impulsos acumulados que se habían reunido abajo. Los retiros y focos de la Gran Hermandad Blanca se fueron estableciendo gradualmente a medida que los miembros de la primera raza raíz fueron surgiendo para llenar los puestos necesarios para una magnetización de luz en constante expansión y trascendencia sobre el cuerpo planetario.
En los primeros días de la primera raza raíz se abrió el Retiro Royal Teton como hogar del Manú y foco de los siete amados Arcángeles y sus complementos, que también habían afianzado su llama en todo el cuerpo planetario.
Los campos energéticos de los Elohim asimismo estaban intactos como los chakras de la Tierra, que entonces era un cristal transparente, reflejando los siete rayos réplica del Cuerpo Causal. Los rayos de Alfa y Omega en el polo norte y sur mantenían a la Tierra en un equilibrio perfecto.
Las siete razas raíz destinadas a encarnar en este planeta aparecieron según el orden de los siete rayos. Por tanto, la primera raza raíz estableció el fundamento de la Ley, la voluntad de Dios y el plan divino perfecto para todos los que habrían de llegar después.
Una vez que la primera raza raíz realizó su plan divino y ascendió al corazón de Dios, la segunda apareció del mismo modo que la primera, sobre el modelo establecido. Cumpliendo con el segundo rayo de iluminación divina, los miembros de esa raza raíz agregaron al modelo aquello en lo que habían sido preparados a exteriorizar en la estera amarilla del Gran Cuerpo Causal de Dios. Después apareció la tercera raza raíz, cumplió el tercer rayo del amor divino y regresó al corazón de Dios. Así, la acción de la llama trina estaba completa.
The absence of evil
La ausencia total del elemento del mal en estas eras doradas no disminuyeron la variedad y el sabor de la vida. Al contrario, las actividades y oportunidades creativas de estas evoluciones fueron intensificadas por la variedad infinita y tonos de Verdad, así como el potencial ilimitado para el descubrimiento científico y expresión artística inherente en la Imagen Real, a la que todos tenían acceso directo. El reto de iniciación en el orden cósmico de la Jerarquía hizo que millones de personas ascendieran felizmente la escalinata cada vez más alta de la auto maestría, cada escalón descubriendo nuevos mundos por conquistar. Cuando Dios creó al hombre y al universo, no incluyó al mal como parte esencial de su plan, como un fondo necesario para el Bien.
Bajo la tutela de Seres Cósmicos y los Manús de sus razas, estas civilizaciones reflejaron los estándares culturales y científicos más altos erigidos en la Ciudad Cuadrangular. La dicha que se despierta con la auto maestría individual, la libertad que viene con el dominio de los elementos como resultado de las disciplinas de las leyes de Dios—estas cualidades fueron reconocidas por todos como ingredientes esenciales de su destino universal.
Almas valientes en un nuevo mundo osado vieron que su principio y su fin, su origen y su final, era la manifestación del Cristo Universal. Así que trataron de aumentar la Luz del Cristo eterno cada día durante los ciclos de su estadía en las dimensiones de la Materia. Entendieron el significado de “probar su fortaleza” y estaban dispuestos a probar su eficiencia en la precipitación del arte y la ciencia, del trabajo manual de Dios. Sabían que de este modo podían ganarse el derecho de expandir su dominio en el reino del Espíritu, alcanzando finalmente su libertad inmortal y continuar en mundos más elevados con las oportunidades interminables de la muchas mansiones del Padre.
Estos ciudadanos de la Tierra nunca perdieron la visión de su Realidad. Vieron al Cristo los unos en los otros y amaron a todos con quienes compartieron la meta de convertirse más en Dios. Amaban a un hombre por su valor intrínseco y el diseño único de su corriente de vida aun antes de que madurara la idea de Dios.
Estas tres eras doradas existieron antes de la caída de Adán y Eva, la que es presentada alegóricamente en el Libro del Génesis. Antes de su descenso a la conciencia dual y el sentido del pecado y la separación de su Fuente, la atención del hombre y, por consecuencia, sus energías, estaban centradas en Dios: su vida era la Vida de Dios y usando su libre albedrío inteligentemente dedicó las energías de Dios para que las figuras hechas en el cielo bajaran y se convirtieran en figuras hechas en la Tierra.15 Los convenios entre Dios y el hombre no fueron rotos; por eso, cuando el hombre entregó todo a Dios, Éste dio todo al hombre. En verdad éste era el equilibrio perfecto entre el Macrocosmos y el microcosmos: Como Arriba, así abajo.
The golden-age family
La familia, encarnando la Trinidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo, es la unidad básica de la sociedad divina. El origen atlante de la palabra familia es llamas de padre y madre unidas amorosamente. Al principio de las eras doradas el padre sostenía el foco del Espíritu de Dios, de su autoridad y de la Paternidad de todos. La madre como el ama de casa mantenía el foto del Espíritu Santo y su descenso a la Materia, avivando las energías celestiales del OM. Eva, la madre de todos, fue destinada a ser la expresión perfecta de la Maternidad de Dios.
A través de la amorosa unión de las llamas de padre y madre, los templos corporales de almas que descendían fueron formados y la llama Crística fue alimentada en los hijos e hijas de Dios. Esta trinidad de fe (Padre), esperanza (Hijo) y caridad (Espíritu Santo) que empieza en el hogar, es la fundación de todo lo que se construye en la sociedad ideal y en toda era dorada, donde la vida es un desarrollo feliz de la llama Divina como un espiral ascendiente y ondulante que se mezcla con los dulces misterios de la Vida.
El gobierno en la sociedad ideal
El gobierno y la educación en la sociedad ideal son instrumentos para el desarrollo del potencial individual del hombre, en armonía con todos los miembros de la comunidad. Todas las instituciones, públicas y privadas, enfatizan la unión de la Vida a través de sus aspectos trinos de fe, esperanza y caridad, manifestados como Poder, Sabiduría y Amor a Dios. Aquí la trinidad en acción y el esfuerzo por alcanzar excelencia en todas las cosas son las fuerzas motivadoras.
Los líderes de la sociedad ideal son al mismo tiempo sacerdotes, reyes y científicos; porque no hay separación entre el gobierno, la ciencia y la religión, a las que se considera la llama tripartita de Poder, Sabiduría y Amor. Se otorgan los puestos de autoridad en los templos y en instituciones gubernamentales, educativas y científicas a aquellos iniciados que han aprobado ciertos niveles de maestría sobre sí mismos y que, por ello, están capacitados para gobernar y para tomar decisiones a favor de los que todavía están pasando por las pruebas e iniciaciones que todos, al fin y al cabo, deben superar para poder obtener la inmortalidad.
El iniciado más avanzado de una civilización de eras doradas, quien domina estas tres ramas de la ley cósmica, se convierte en el gobernante del planeta bajo los Maestros Ascendidos y Seres Cósmicos que están encargados del planeta a niveles internos. Él es el pilar situado en el nexo de la figura del ocho porque ha dominado su propio mundo y ha señoreado sobre la tierra; para el hombre el microcosmos es el cuerpo planetario y el Macrocosmos es todo el Cosmos. (De este modo vemos que cualquier porción de la energía de Dios que el hombre aprende a dominar se convierte en su microcosmos y él está centrado como la presencia Divina de ese mundo.) Su conciencia es el Súper Ego, el Cristo personificado a favor de billones de corrientes de vida que todavía no han evolucionado lo suficiente como para manifestar completamente la acción de su propio potencial Crístico. A través de su conciencia fluyen las energías del corazón del Sol; y el conserva el equilibrio del Poder, la Sabiduría y el Amor para todos los que están evolucionando en el planeta, cuando ellos manifiestan el modelo original cósmico de la Ciudad Cuadrangular.
Al tener este puesto, el hombre es responsable de enseñar a la gente cómo sintonizarse igual que él al flujo de energía de la gran Fuente de Vida única. Siendo un maestro de ciclos y del ritmo mismo del universo, él les enseña a dirigir el flujo y reflujo de energía dentro de sus campos de fuerza individuales, cómo transferir gradualmente esta maestría del microcosmos individual al microcosmos planetario, y finalmente le enseña a identificarse con el Macrocosmos a través del intercambio de energías—como Arriba, así abajo.
La identificación total del regente con su Yo Real es la base de su maestría, ganada durante largos períodos de estudio y aplicación de las leyes del universo. El pueblo le debe obediencia por ser la expresión viviente más alta de la Deidad; para ellos él es la voluntad, sabiduría y amor del Dios encarnado.
Aquellos que reconocen la autoridad de Dios sobre el hombre, tienen de este modo el derecho de regir como supervisores de Dios en la sociedad ideal; y éste es el significado doble de la palabra gobierno.[1] Quienquiera que encarne la mayor medida de la conciencia Crística tiene mayor capacidad para gobernar. Por tanto, la manifestación del Cristo Universal es reconocida como la meta más alta de todos los miembros de la sociedad. Si no se adhieren todos a esa meta, una civilización dorada no puede perdurar. Como la gente de la Tierra en este momento no comparte esta meta, la sociedad ideal no existe en ella hoy día.
Education
In golden age societies, souls newly come into the world of form go through a very exacting program of discipline and education. In early years they are taught the rudimentary science of the psyche, how to develop their senses to contact physical and metaphysical dimensions of Reality, and how to expand the faculties of the soul to probe cosmos through nature. They are taught communion with all life through the focusing of their attention within the heart and establishing an arc to the heart of all things living, to the hearts of plants and trees and flowers, the very elements and the fiery core of the atom.
The mastery of levitation, precipitation and the science of alchemy are also part of the curriculum in the early years of soul development. Higher education is based on a series of initiations leading to cosmic mastery whereby individuals then qualify for positions in government, science, education and temple service.
In the ideal society the concept of unreality is taught in allegory, since the evolving souls have no direct experience with the synthetic image that is produced when man lowers his gaze from perfection to imperfection. Thus a study of cosmic history is required, and the akashic records of other systems of worlds are carefully reviewed. The initial causes and the far-reaching consequences of individual and collective failure to uphold the standard of unity on other planets afforded ample proof to those evolving in the first three golden ages as to why they should use their free will to invoke the will of God and his kingdom come upon earth.
Life in the golden age
During the first three golden ages before man’s departure from innocence, the crystal cord was nine feet in diameter, and the threefold flame enveloped his form. Man’s source of energy was literally unlimited, and his Christ consciousness was all-enfolding.
The powers wielded by those lifestreams who were the first to walk upon the virgin soil of Terra, who never knew the feeling of limitation or struggle or even the burden of a dense, physical form such as we now wear, would be considered miraculous by those whose memory scans only the relatively short period in which the planet has been immersed in a synthetic civilization and consciousness. Souls sustained life in one body for as long as a thousand years; and when they reembodied, they retained the memory and faculties of former lives, including the mastery they had attained.
During these three golden ages man talked freely with his God and associated intimately with angels and elementals; communion with all life was unrestrained, and cooperation between angels, elementals and men was unspoiled. To man was given the assignment of overseeing the creation and working with God to execute the divine plan—to design, to invent and to direct. To the elementals, the builders of form, was given the important task of bringing into manifestation the intents of God and man. And to the angels was given the holy ordination of ministering to the spiritual and emotional needs of both men and elementals.
The entire planet was a veritable Garden of Eden, and man ate every fruit and herb that was charged by nature’s helpers with the essence of the immortal Spirit to energize and revivify his mind and form. As the ground was transparent like crystal, the rays from the sun in the center of the earth glowed softly beneath man’s feet. During the period of rest when the souls of men, together with their lower vehicles, were recharged for another round of service, there was an ever-present radiance from the white-fire core like an aurora borealis. Thus total darkness was unknown, and evil as the energy veil was no more real than a fairy tale.
To the Almighty man gave the glory for each accomplishment. The Sun that ruled the day was the focus of his adoration, symbol of the unfoldment of the only begotten Son of God, whose promise would be fulfilled in each one. The stars defined intervals of time and space and were the giant reflectors of man’s blissful adoration of the One Supreme Being. Crystal coordinates marking his courses past, present and future, they magnified his mystical feelings of heavenly joy that rippled across the antahkarana of cosmos.
The cult of the Mother
The cult of the Mother, destined to come into prominence in the twentieth century, was the foundation of the civilization of Lemuria. In the main temple of Mu, the flame of the Divine Mother was enshrined as the coordinate of the flame of the Divine Father focused in the Golden City of the Sun. Perpetuating the ancient rituals of invocation to the Logos and intonation of sacred sounds and mantras of the Word, priests and priestesses of the sacred fire held the balance of cosmic forces on behalf of the lifewaves of the planet.
Throughout the far-flung colonies of Mu, replicas of the temple and its flame-focus were established as shrines of the Virgin consciousness, thereby creating between the earth and the sun an arc of light, anchored in the flame below and the flame above, which conveyed the energies of the Logos necessary for the precipitation of form and substance in the planes of Matter.
Far beyond our own meager accomplishments, the great advances in technology made during centuries of continuous culture on Mu were brought forth through a universal at-one-ment with the Divine Mother, whose consciousness embraces the laws governing all manifestation in the earth plane.
The accomplishments in every field of endeavor of a people dedicated to the plan of God revealed through his All-Seeing Eye show to what heights a civilization can rise when the Mother flame is honored and adored in every heart and guarded and expanded in shrines dedicated to her name. And it becomes clear that man’s fall from grace was, in actuality, the result of his falling away from the cult of the Mother and his misuse of the energies of the seed atom focused in the base-of-the-spine chakra, which establishes the light of the Mother flame in the physical body.
The record in akasha
The perfection of these first three golden ages is recorded in akasha upon the planetary body, and the full-gathered momentum of these Sons and Daughters of God, all now cosmic beings, can be invoked on behalf of the victory of the four remaining root races who are to fulfill their destiny upon this planet. The magnetic forcefield of all that they attained is still anchored within the etheric body of the earth, waiting to be invoked.
See also
For more information
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Path of the Higher Self, volume 1 of the Climb the Highest Mountain® series, pp. 60–67.
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Path to Attainment, pp. 278–89.
Sources
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Path of the Higher Self, volume 1 of the Climb the Highest Mountain® series, pp. 61, 62–63, 64–65, 66–67, 411.
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Path to Immortality.
Mark L. Prophet and Elizabeth Clare Prophet, The Path to Attainment, p. 288.
- ↑ La palabra gobierno en inglés es government=God-over men. Este juego de palabras se pierde en la traducción.